Los animales nos lo dan todo
Hace ya miles de años que el ser humano comenzó a convivir con otras especies animales, no sólo por la necesidad de comer su carne o utilizar su piel, sino por el simple hecho de tener compañía. Desde entonces, perros, gatos, conejos, hurones, cobayas, pájaros de todo tipo o caballos, entre otros, han compartido su vida con la especie humana.
Los beneficios que nos aportan los animales están más que contrastados. Por citar alguno de ellos, está demostrado que su compañía disminuye la ansiedad o el estrés, reduce la sensación de soledad, mejora la percepción de la salud física y permiten un incremento en la actividad de las personas. Es por ello, que son empleados en terapias con pacientes que presentan diferentes enfermedades, pues les permite encontrar una mejoría no sólo a nivel emocional, si no también desde un punto de vista mental y físico.
Ellos son la máxima expresión del amor incondicional
A veces, con su simple presencia, con su canto, con su movimiento de cola o su ronroneo, son capaces de sacarnos de la tristeza o la soledad. En contrapartida, cuando estos seres celestiales fallecen, dejan un enorme vacío para las familias con las que conviven. Un dolor realmente insoportable en muchos casos, que es llevado en silencio por miedo al juicio de la sociedad, que lejos de empatizar, en ocasiones incluso llega a estigmatizar esos sentimientos alegando que “sólo es un animal”.
Pero debemos preguntarnos, ¿quiénes somos para juzgar cuánto se ama a un animal? El ser humano tiene el defecto de querer medir, cuantificar y comparar todo lo que hay en la Tierra. Pero, ¿se puede medir el amor?. Es como cuando a un niño le preguntan si quiere más a mamá o a papá. ¿Es realmente necesario elegir?. El amor es un estado del ser, y cuanto más se ama, más amor se siente. No hay medidas. Por eso cuando un animal fallece no hay que entrar a juzgar si se quiere más que a un humano, ya que son amores diferentes.
Es inevitable su partida
En nuestra sociedad occidental, la muerte ha llegado a ser un tema tabú del que es preferible no hablar, ni cuando se aproxima, ni cuando nos toca de cerca. Si nos remontamos hacia atrás unas cuantas décadas, los fallecidos eran velados en sus hogares por su familia y sus conocidos durante varios días. Era su manera de respetar su marcha y de entablar una despedida más serena. Sin embargo, el ritmo acelerado de la sociedad actual, con una tendencia egocéntrica al disfrute y el consumismo favorecen que el sufrimiento sea evitado a toda costa. Se busca no enfrentarnos a él cubriéndolo de necesidades innecesarias. Pero es importante pararse y hacernos una pregunta
¿Es la muerte un fracaso?
Desde ese punto de vista egoico, la respuesta sería sí. Incluso aquellos profesionales que velan por evitar que esa fase se produzca antes del momento correcto, como pueden ser médicos intensivistas y veterinarios, pueden sentirlo así en ocasiones. Pero debemos entender que esa visión solo nos lleva a sufrir más.
Otras culturas, con tradiciones más antiguas, entienden la muerte como una parte de la vida. Como las dos caras de una misma moneda, no pudiendo existir la una sin la otra. Pensar que nosotros o nuestros seres queridos no van a fallecer nunca es ilusorio y un autoengaño. Cuenta el primer maestro budista Zen de España, Dokushô Villalba, que en el budismo se acuñó el término “vidamuerte” como una sola palabra. La muerte, según el budismo, es concebida como algo positivo y no como un acontecimiento funesto. Abrir nuestra mente a otros entendimientos sobre la muerte puede ayudarnos a afrontar esa etapa desde otro estado de consciencia.
Es un dolor insoportable
Entender que la muerte es lo opuesto al nacimiento, no te exime de sentir el desgarro doloroso que produce la pérdida de tu animal, pero sí te ayudará a llevar este proceso con más consciente y de forma progresiva convertirlo en una experiencia de transformación personal
Si todos algún día vamos a llegar a la muerte, quizás deberíamos empezar a hablar de ello, para poder así normalizarla y afrontarla con calma llegado el momento; entendiendo la muerte como una etapa inherente a la vida, no como un fracaso
Lo cierto es que la muerte nunca nos viene bien, ni cuando nuestros compañeros son jovenes ni cuando son viejitos, siempre queremos que vivan más, ojalá tanto como nosotros. Pero esa creencia es en parte causa de nuestro sufrimiento, el no aceptar el hecho de que hay algo más grande que nosotros que mueve los hilos (y no hablo de religión) o aceptar que está fuera de nuestro control.
Te animo a que revises tus creencias sobre la muerte y reflexiones sobre las que te hacen daño y las que te dan alas.
Al final la realidad que vemos depende de las creencias que tenemos sobre esa realidad
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